Cómo reintroducir una marca icónica en el imaginario de una nueva generación.
Fruna era más que un dulce peruano: era un símbolo de una época. La marca había construido un lugar especial en la memoria colectiva con su publicidad noventera, absurda y entrañable, coronada por la inconfundible canción “Fruna Catoenga”. Años después, nuestro desafío fue traerla de vuelta sin perder su esencia, pero haciéndola relevante para una generación nueva: jóvenes que crecieron con otro tipo de humor, más rápido, más consciente, pero que todavía encontraba placer en lo ridículo cuando estaba bien contado.
La campaña que creamos sucedía en una granja. Dos chicos, extraños y encantadores, compartían caramelos con los animales del lugar. Lo que parecía una escena inocente se transformaba poco a poco en un momento de comedia surrealista: las vacas movían la cabeza al ritmo de una versión moderna, electrónica y pulsante del clásico “Catoenga”, mientras el mundo alrededor se volvía una fiesta absurda y brillante. Era un homenaje y una reinvención a la vez: la nostalgia convertida en ritmo.
Esta mezcla entre humor rural, ritmo moderno y respeto por los códigos originales de la marca le devolvió a Fruna su espíritu, pero con una energía completamente nueva. La campaña no solo conectó con el público adolescente, sino que fue reconocida por su ingenio y frescura, obteniendo un EFI de Bronce en 2018. Una idea simple, pero poderosa: cuando el absurdo tiene alma, vuelve a ser icónico.